«A los trece años rompí mi cerdito y me fui de putas». Con esta contundente frase comienza el libro de El señor Ibrahim y las flores del Corán. Un relato que se lee de una sentada y que me fascinó como para ver esa misma tarde su película, adaptada por François Dupeyron. Considero que es una historia para hacernos pensar y digna de inaugurar esta nueva sección: Cine y Literatura. Veamos las semejanzas y las diferencias entre la obra escrita y la película de El señor Ibrahim y las flores del Corán: todo un viaje hacia el interior.
Momó es un muchacho judío a quien nadie enseñó a sonreír: su madre se marchó de casa junto a su hermano Popol y lo dejó solo con su padre; un abogado vacío y gris, que no deja de referirse a Popol para comparar todo lo que no le gusta de su hijo. Su compañía más cercana al cariño serán las putas de su barrio, a las que paga para gustar, hasta que conoce al tendero árabe de la calle Azul. ¿Pero realmente es árabe? Las apariencias siempre engañan.
Imaginaros el París de los años sesenta. En la zona más alejada del turismo y de las postales se encuentra la calle Azul. Un lugar donde los vecinos conviven con las prostitutas a plena luz del día, y donde el acontecimiento más importante es un rodaje de cine con la presencia de la mítica Brigitte Bardot. El señor Ibrahim tiene en esa calle su comercio, al que todos llaman «la tienda del árabe». Pero según el tendero él no es árabe, pues árabe quiere decir que la tienda de ultramarinos está abierta desde las ocho de la mañana hasta la medianoche, incluso los domingos.
Me ha sorprendido lo atractivo que es el joven Pierre Boulanger, que hace de Momó en la película, ya que me lo imaginaba algo menos agraciado según el relato. En cuanto al señor Ibrahim, cuenta con un actor de renombre como Omar Sharif, que ha participado con éxito en clásicos como Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago.
El señor Ibrahim es un hombre sabio que, al igual que hace con Momó, nos alecciona con sus enseñanzas: hay que ir despacio para disfrutar de la vida, no responder es ya una respuesta, sonreír es lo que le hace a uno ser feliz. Gracias a él Momó descubre la sonrisa y… ¡zas! de repente la gente es amable en situaciones en las que antes le gritarían. De entre todas sus frases, me pareció muy curiosa su reflexión sobre las papeleras:
Cuando quieras saber si estás en un sitio de ricos o de pobres, mira las papeleras. Si no ves ni basura ni papeleras, es que son muy ricos. Si ves basura al lado de las papeleras, es que no son ni ricos ni pobres: es que es turístico. Si ves basura y no hay papeleras, es que son pobres. Y si la gente vive entre la basura, es que son muy, muy pobres.
Las putas de la calle Paraíso están retratadas con infinito respeto y cariño. Incluso en la novela Momó hace una comparación entre la Bardot y ellas: «Pensándolo bien, descubro también que se parece a las putas de la calle Paraíso, sin darme cuenta de que, en realidad, son las putas del a calle Paraíso las que se disfrazan de Brigitte Bardot para llamar la atención de los clientes». Tanto en el relato como en la película forman parte de la acera, la dotan de alegría y de vida.
A pesar de que el escritor Eric-Emmanuel Schmitt, participó en el guión de la película, en la adaptación se han tomado varias licencias con respecto al original: no aparece el viaje a Normandía y sí varias conversaciones en unos baños árabes; Momó tiene una especie de novia, mientras que en el libro tan solo se fijaba en una chica; no se explica por qué su padre puede estar atormentado… Pero si algo aprendí en mis clases de «Literatura y Cine» fue a no jugar al busca las 7 diferencias y valorar cada historia por independiente en su formato. Si la película se deja ver sin tener necesidad de leer el libro, se ha hecho una «buena» adaptación o trasvase.
Para bien o para mal, la mayor diferencia entre libro y película es el final: el film se cierra con un círculo eterno, la historia se repite, como si fuera una metáfora del giro derviche que bailaban los monjes en los tekkés. En mi opinión el final del libro es más coherente y en la película se ha optado por el camino fácil, por no ahondar en los sentimientos de Momó con respecto a su madre.
Supongo que conocéis esa magnífica (y escasa) sensación en la que traspasas las páginas (o la pantalla) y se ve todo desde dentro, como si no existiera el soporte, tan solo la vida de la propia imaginación. Esta maravilla me ha ocurrido al leer El señor Ibrahim y las flores del Corán. Además del valor añadido de una gran historia, para que esto pase se necesita concentración y que no hayan interrupciones, algo complicado en esta «Era Móvil». Pero más allá de los viajes imaginarios, la historia me ha aportado y he aprendido junto a ella. Nos demuestra que la verdadera familia son esas personas que nos iluminan.
Si no tenéis ocasión de leerlo os recomiendo la película, porque también es notable y es un tipo de cine para reflexionar. Pero el libro es de sobresaliente. Lo volveré a leer en un futuro muy cercano para disfrutarlo con lentitud, una sonrisa en los labios y rodeada del silencio como respuesta.
Esas benditas o malditas adaptaciones!!! En este caso, tanto la película como el libro los tengo pendientes desde que me hablastes de ellos. Y la verdad que se agradece cuando una adaptación está bien hecha y como tú bien dices siempre «Si la película se deja ver sin tener necesidad de leer el libro, se ha hecho una “buena” adaptación o trasvase».
Y luego están esos genios como Hitchcock, que con un libro que carece de chispa, los coge, los transforma con su talento y los convierte en arte visual 🙂
Besitos, cariñito!!!
Vi esta madrugada la pelicula. Buscaba qué ver, y para mí el cine frances por lo general suele ser una buena opcion… si a eso le sumamos un recorrido por tierras y pensamientos del medio oriente, vaya si el intelecto se dispara. Si bien en la pelicula nos hallamos con ciertos vacios que restan coherencia a la historia, y hace que muchas de sus escenas o apartes luzcan como inconexos, estas «faltas» no la afectan realmente… es como dice el mismo Ibrahim, cuando se guarda silencio, tambien se está respondiendo, y el «vacio» a fin de cuentas no resulta estar tan vacio… El final… abrupto, tragico a su manera… Escenas memorables: las del auto a partir de la reflexiones en las afueras de Albania, en el baño turco, los cortos paseos por Paris… Habra qué leer el libro!
[…] está llena de altibajos. Su última interpretación recordable se remonta al 2003 con ‘El señor Ibrahim y las flores del Corán‘, por la que Sharif recibió diversos […]
Me ha interesado mucho la entrada , voy a por ello.
Me alegro de que te haya interesado el tema. ¿Libro o película? Si te apetece déjame luego por aquí tu opinión. Me gustará leerla. Un saludo