Verano 1993, la ópera prima de Carla Simón, ha encandilado tanto a la crítica como al público. Esta película catalana nos demuestra que hace falta un muy buen debut para entrar en el paraíso cinéfilo. Y Carla Simón lo ha conseguido, a la primera… ¿Cómo lo ha hecho?
Tras la Biznaga de Oro, a su paso por el 20 Festival de Málaga, Verano 1993 ha logrado un buen estreno en cines con una recaudación más que decente; si tenemos en cuenta el número de copias distribuidas. Es más, sé de buena tinta que somos unos cuantos los que hemos repetido su visionado. Una experiencia que recomiendo a todo amante del cine.
Este buen resultado no tiene que ver con la suerte del principiante. La clave ha sido el arduo trabajo de Carla Simón, como guionista y directora, al contar la historia de su niñez:
Frida (Laia Artigas) tiene seis años y se acaba de quedar huérfana tras la muerte de su madre. De modo que se enfrenta a su primer verano fuera de casa. La niña se irá a vivir al campo con sus tíos (Bruna Cusí y David Verdaguer), que harán de padres adoptivos junto a su hija Anna (Paula Robles). Una sinopsis de la que te esperas un auténtico dramón y que, sin embargo, sorprende, cautiva, hace que te enamores de las niñas… está llena de luz y de vida.
Rodada con planos largos, de carácter intimista y en contacto con la naturaleza, la apariencia de la película nos recuerda a un documental. Contribuye a esta sensación que la cámara sigue los ojos de Frida y, a través de la niña, vivimos su propia aceptación de esa realidad que no se nombra. Es de agradecer que esté tratado de forma sutil e inteligente el hecho de que sus padres fueron víctimas del SIDA. Un virus aún reciente por aquel verano de 1993.
No cabe duda de que la avispada Frida y la inocente Anna son las protagonistas; tan diferentes entre sí, juntas crean una combinación explosiva. En el segundo visionado me identifiqué mejor con las acciones de Frida y su proceso de adaptación. En cuanto a los «adultos», Bruna Cusí y David Verdaguer, son el sostén para estas pequeñas actrices y dan un sentido más profundo a la historia; con el mundo adulto, el pasado de los padres de Frida sale a colación.
Si te acercas a Verano 1993, te recomiendo que la veas en catalán con subtítulos en castellano. Y además, si durante esa época viviste tu niñez, seguro que disfrutarás con varios recuerdos de tus propios veranos.
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