La mujer salvaje es un documental de la periodista y creadora malagueña Sara G. Cortijo, que actualmente trabaja en el área de Arte&Creación de la Escuela Universitaria TAI. Su argumento se centra en cinco mujeres y sus historias de superación, donde la perseverancia ha sido fundamental para salir adelante. Conversamos con su directora y guionista sobre el proceso de creación, la selección de los testimonios, el rodaje y el recorrido presente y futuro de este inspirador documental.
– ¿Cómo surgió la idea de grabar La mujer salvaje?
Surge a raíz de Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola. Un libro que ha sido un antes y un después para mí, en el sentido de que me ha acompañado en un momento difícil. Me dio mucha fuerza y me agarré a él.
La mujer salvaje habla del instinto de supervivencia y de superación que tiene el ser humano, de reinventarse, de crear… porque a veces queremos estar siempre arriba y no nos damos cuenta de que los momentos bajos también son necesarios y que esas caídas no son más que un empujón para seguir adelante. A mí ese libro me permitió darme el espacio de estar mal y estar tranquila en ese punto. He aprendido que es necesario llorar, encontrarte con tus heridas o con tu dolor y aceptarlo. Quererlo, abrazarlo y seguir. Eso te va a permitir estar arriba de nuevo.
Me planteé cuántas mujeres a mi alrededor habían aprendido esta enseñanza por sí solas: madres, abuelas, personas mayores… esa sabiduría interna fruto de historias de superación. Y esta búsqueda fue lo que me llevó a hacer el documental.
– Al inicio de la película citas la frase «La marca distintiva de la naturaleza salvaje es su afán de salir adelante. Su perseverancia» del libro Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola. ¿Qué significa para ti?
Esta frase resume muy bien el documental porque lo que une a esas cinco historias es la perseverancia. Es decir, seguir adelante a pesar de como estés. No hundirte, no rendirte. Parece una cosa muy simple pero es muy fácil tirar la toalla y creo que cada una de estas mujeres tiene esa fuerza interior, esa confianza de que hay algo más allá a pesar del presente que tienen delante. Tienen ese espíritu de superación y Jackeline lo dice en el último testimonio: siempre hay que perseverar.

Jackeline Manzur, inmigrante y cuidadora de personas mayores
– Cómo fue el proceso de selección de esas mujeres, ¿las conocías previamente?
En algunos casos sí. A Fina la conozco porque hago voluntariado de acompañamiento a mayores con ella. Para mí es un claro ejemplo de superación en la pandemia: vive sola y hace dos años que no puede bajar a la calle. Fue la primera persona en la que pensé. También se me vino a la cabeza la superación de una enfermedad y algo tan grande como un cáncer. Y me acordé de mi vecina Ana, de mi barrio El Tarajal (Málaga), con el espíritu y actitud que transmitía.
Lili, la bailaora flamenca, es una amiga de Madrid. Le conté que estaba buscando historias de mujeres de superación y ella me dio ideas. Cuando me confesó que “para mí, el flamenco es mi cura” le propuse ser una de esas mujeres protagonistas del documental. Creo que el baile, tener un arte como algo a lo que agarrarte, me parece un motivo para incluir a Lili.
Con Jackeline quise esa parte de las cuidadoras de personas mayores y recurrí a la asociación Cuideo. Ellos me facilitaron su contacto y, como no nos conocía de nada, fue un poquito más difícil a la hora de comenzar las entrevistas. Pero una vez que entró hay testimonios suyos muy valiosos.
Y a Sara no la conocía de nada pero Rocío Moltó, una amiga que trabaja en ASAJA, me comentó la historia de esta chica que lo ha dejado todo para irse al campo. El resto eran historias bastante tristes o duras: la soledad de la mayor, el cáncer, la inmigración… y me pareció que era un buen testimonio que aflojaba un poco la carga dramática.
– ¿Qué intentas transmitir con este documental?
Contar ese poder de superación que tiene el ser humano, las mujeres en este caso. Por el momento vital en el que me encontraba me apetecía centrarme en ellas. A día de hoy todavía no se habla lo suficiente de la mujer y creo que es necesario poner en valor cosas que se olvidan.
– La historia de la costurera Ana Luque, y la perseverancia ante la enfermedad, es una de las que más emocionan. La vemos grabada a través de una ventana. ¿Cómo fue rodar en la pandemia? ¿Con qué dificultades te encontraste?
En el caso de Ana, la grabamos desde el exterior pero no fue por la pandemia. Ahí era octubre de 2020 y estábamos con restricciones, incluso había toque de queda. Sin embargo, a ella la quisimos grabar así porque yo siempre que pasaba por la calle e iba a casa de mi madre, la veía cosiendo detrás de la ventana. Es su habitación y ella la tiene para su trabajo. Quería recoger ese momento, que es como yo la veía.
Fina sí que está grabada desde fuera por mantener las medidas del Covid. También me interesaba que se viese la puerta, la mascarilla, las distancias… para reflejar ese momento que hemos vivido y que así eran las visitas que yo hacía a Fina. Me interesaba que se quedase registrada esa situación tan particular que aumentaba su soledad.

Ana Luque, costurera, la superación de una enfermedad
– ¿Consideras que es más difícil encontrar una buena historia de superación o ser capaz de contarla?
Creo que lo difícil es encontrar la historia. Este documental no tiene nada técnicamente hablando que sea espectacular pero las historias de superación de esas cinco mujeres son muy potentes. No es ficción ni son personajes, son reales y eso es lo bueno. Detrás hay mucho trabajo de tiempo, estar con ellas, hacerlas sentir cómodas, ir introduciendo las preguntas poco a poco, saber escuchar… Pienso que con tener una buena historia tienes mucho, pero hay que saber sacar esa información valiosa y, por supuesto, saber contarla.
– Sara García abandona su vida en la ciudad para vivir en el campo, algo que han tenido que hacer muchos jóvenes y que se ha popularizado tras la pandemia.
Justo vivimos este momento de abandonar la ciudad, de encontrarnos más con nosotros mismos, de ese contacto con la naturaleza. Y sí, creo que Sara también es reflejo de una época, de una generación como la nuestra que estudió una carrera porque pensábamos que nos iba a dar lo mejor… y luego, por desgracia, la vida nos ha demostrado que ha sido muy diferente y que al final estamos volviendo a ese origen, a eso de lo que salimos.

Sara García, de la ciudad al campo
– Con tu documental recalcas la importancia del cuidado al mayor, de asistirlo y escucharlo a la vez que se alivia la soledad que sienten, tanto desde el personaje de Fina como desde el trabajo de Jackeline Manzur. ¿Nos hemos olvidado de nuestros mayores?
Definitivamente sí, creo que nos hemos olvidado de nuestros mayores. Al estar con Fina y en contacto con la asociación, con la pandemia se ha visto mucho, ¿cuántos mayores viven solos en casa? En una ciudad grande esto es más acuciado, porque una persona mayor está en un piso, cierra la puerta y está sola. En un pueblo, en un barrio como el mío en Málaga, si una mujer mayor o un hombre vive solo en una casa siempre hay algún vecino que pasa, que le trae algo o abre la puerta y ya está en una calle donde ve gente pasar. Creo que hay más comunidad y en la ciudad eso se pierde mucho. Es una pena porque nos hemos centrado tanto en nuestra juventud o en nuestro propio futuro que sabemos muy poco de nuestros mayores, de cómo vivían, de la crianza, de la familia, de las costumbres, incluso de la cocina… vivimos tan ensimismados, mirándonos el ombligo, que solo queremos escuchar cosas que no sean diferentes, pero no queremos saber más allá y con los mayores creo que ha pasado eso totalmente.

Fina y su aislamiento durante la pandemia
– Hay algo salvaje, puro instinto, en el baile en general y en el flamenco en particular, ¿qué opinas de esto?
Sí, en cualquier arte hay cierto lado salvaje, pero en el baile hay mucho y en el flamenco en particular mucho más. Habla muy claro de las pasiones más básicas, de los instintos, esos amores, esos odios… me parece que es muy puro y muy desgarrador. Me gusta porque es muy animal. Va a la esencia, a ese alma desgarrá y me parece muy doloroso pero muy bello. Y fíjate, Lili que es francesa cómo se mete en la historia, yo creo que ella también es muy así; pura, bella, natural y me gusta mucho cómo lo representa, cómo se expresa. Es muy bonito cómo lo hace.
– Escribes guiones, interpretas, diriges, eres autora de la obra de teatro Zenica y de su adaptación como libro… Como creadora, ¿en qué formato te sientes más cómoda?
Hasta ahora siempre había sido escribiendo, de hecho es donde me siento más cómoda y controlo mejor el lenguaje, porque al final en el audiovisual dependo de otros para hacerlo. El cine es muy bonito porque participan muchas personas pero al mismo tiempo requiere mucho esfuerzo, es muy costoso y más laborioso. Al final la escritura eres más tú con el papel y puedes hacerlo de manera más fácil y directa. Lo que ocurre es que me gusta experimentar, retarme y probar nuevos formatos, por eso me he metido en el documental. Me apetecía trabajar cosas que se te escapan con la escritura.
– ¿Cuáles son tus influencias cinematográficas?
Cuando escribí la obra de teatro Zenica estaba muy pendiente de la estética. Cuidé mucho la escenografía, el atrezzo, el vestuario, las canciones… Con este documental he dejado atrás la importancia de la forma para ir más al fondo, a los testimonios. Me he despojado de buscar ese efecto en el espectador que lo recibe y me he centrado más en el contenido.
En cuanto al cine, me gusta mucho Haneke, que cuenta historias muy duras pero tratadas de forma muy directa. Buñuel en su forma de reflejar la dureza, el dolor… Me gustan los directores de cine que hacen eso.

Cartel de La mujer salvaje con la imagen de Lili, bailaora flamenca
– ¿Cuál es el recorrido que esperas para este documental?
Lo estoy moviendo en festivales con la distribuidora Yaq. Ha estado seleccionado en un festival de Los Ángeles que se llama LA Independent Women Film Awards. El mero hecho de estar allí ya es una locura. Y también en un festival de La India, Madurai International Documentary & Short Film Festival. Pero más allá de que sea reconocido por festivales, lo que me interesa es que se vea, que llegue a las personas y de alguna manera pueda remover algo, aunque sea mínimo en el espectador. Crear un poquito conciencia y que cuando termines su visionado te den ganas de ir a visitar a tu abuela o de llamarla por teléfono, o pensar en esa persona que está enferma y dedicarle unas palabras de cariño… O que te den ganas de tomar las riendas de tu vida y hacer lo que realmente quieres. Agarrarte a lo que realmente te da fuerzas, ponerte con ello y tirar para adelante. Si pasa algo de eso estoy más que satisfecha, porque al final lo que me gustaría con este documental es contribuir con mi granito de arena hacer de este mundo un poquito mejor.
– ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Actualmente estoy con Romeo, un corto documental que he presentado al próximo Festival de Málaga. Es la historia de una adolescente que se queda embarazada y decide tener el bebé. En este caso se trata de mi sobrina y empecé a grabarla porque pensé incluirla en La mujer salvaje, pero a medida que iba avanzando me di cuenta de que tenía entidad propia. Así que decidí separarla y hacer algo con ella. A María la grabé durante los meses del embarazo y ha sido un seguimiento de ese proceso: cómo lo ha vivido, sus dudas, sus expectativas. También aparecen unos personajes secundarios muy interesantes: su chico, sus amigas, la tía del bebé, el bebé… Ese material lo tenía grabado y ahora por fin lo hemos empezado a mover, a ver si con suerte lo podemos ver pronto.
Desde Que se joda el espectador medio agradecemos a Sara G. Cortijo por concedernos esta entrevista y le deseamos lo mejor en el recorrido de La mujer salvaje y en el de Romeo, su próximo documental. Una buena amiga a la que auguramos un futuro prometedor.
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